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Senén Campos Maceiras

- N I C A S I T O -

- N I C A S I T O -

JAJAJA.... y por lo que se puede ver parece que Fidel ha dado a luz...............

Hace un tiempo he escrito este relato erótico para el certamen que convocó la Sociedade Galega de Sexología, y subvencionado por los laboratorios de la famosa VIAGRA, si ... si, como lo digo.

Ha sido elegido como finalista, y publicado en un libreto con los otros escogidos. Espero que os guste y que dejéis algunos comentarios para hacérmelo saber, tanto si os agrada, como si no.

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¡ Hola !. Me llamo Nicasito. Bueno en realidad, mi nombre es Nicasio, pero los amigos, y los que no lo son tanto, me llaman Nicasito, porque dicen que así me llega bien.
Hace unos años, ya bastantes, ocurrió un hecho, que ahora os quiero contar, porque ese acontecimiento, cambió para siempre mi vida, o al menos parte de ella. Lo cierto es que el entroido (carnaval) estaba en su apogeo, en aquellos dias del año mil novecientos (etc. etc.). Yo había quedado con el Senucho para disfrazarnos, y el encuentro tenía que ser en la taberna que llamábamos "el cuartel", por aquello de que su dueño, el Tonecho, parecía un guardia civil, por lo serio que era, y porque todos sabíamos que era muy de derechas; él a su señora le llamaba Mía, porque ahí había llegado después de darle muchas vueltas su nombre, que era Carmen; y a su hijo le llamaban Cristiño, porque los clientes del bar habían llegado ahí, después de darle de patadas también a su nombre de Cristobal, al que con anterioridad habían llamado Cristo (a secas), pero que por las sugerencias del Tonecho, que decía que no le llamasen Cristo a su hijo, porque cualquier día igual se lo querrían crucificar, lo dejaron pues en Cristiño. Bueno pues cómo prometí, vamos el asunto principal, que era lo de disfrazarme.
Eran más de las ocho de la tarde, o como dicen los más sabios, eran las veinte horas, y yo aun no comprara lo que necesitaba, así que entré en la primera tienda que encontré todavía abierta de la especialidad, y el señor que me atendió, me dijo que sólo disponía de un traje de la señora Margaret Thatcher, ya sabéis, de la que había sido primera ministra de los ingleses; que por ser el último, me lo vendía a un buen precio; y que coño, tuve que comprarlo, que remedio. Me metí en el coche, y sin más dilación comencé el viaje para llegar lo antes posible al "cuartel" del Tonecho, en donde recordáis que dije que me esperaba el Senucho, mi amigo. Llovía mucho, tanto que no se veía, como dicen los viejos... "un burro a tres pasos"; yo para más seguridad, quise tomarlo con calma, y aparqué el coche delante de la posada Él Edén; a mi ese nombre me daba que pensar, pero el letrero iluminaba mucho, y había que parar, porque el tiempo no había quien lo aguantara. Entré en el bar, y ya dentro el alumbrado no era de tanta intensidad, como la del letrero que había visto afuera, así que me acerqué y pedí un combinado borracho (un cacaolat con brandy). Bebí dos tragos, y ya quedándome poco, decidí ir el cuarto de baño, pero no sin la bolsa con la Thatcher dentro, no quería que me la robaran en un día tan señalado. Cuando iba de camino, en el último rincón del bar, había un disfraz de Fidel Castro, con puro y todo; nadie más había allí trajeado para la ocasión, y ya dentro del cuarto de baño, y después de cambiarle el agua "al canario", acordé disfrazarme también ya, así que me vestí como la vieja dama inglesa. Poco después cuando pasé por delante del Fidel, del que ya os hablé, este se cuadró y me saludó militarmente con una parsimonia exagerada. El camarero al verme silbó un poco largo, y con ironía y riendo exclamó...
- Arre carajo, y tu de donde saliste, -. - Mira, lo que mejor te queda, son esas piernas peludas -. - ¡ De verdad que te pareces a la inglesa ! -. - ¡Sí señor! -.
¡ Dios mío !, no había comprado unas medias, que gilipollas era. Pedí otro batido, y me dispuse a beberlo. De pronto sentí que alguien me tocaba por la espalda, era el Fidel que me decía al oído que las medias me las dejaba ella... ¡ anda, era una mujer !. Pero había un pequeño problema, que las tenía puestas, así que había que buscar en donde hacer el intercambio. Bueno pues, no había otro remedio, que pedir un cuarto, después de todo, aquel bar era también una pensión.
Fuimos a lo que debía de ser la recepción, y hablamos con una señora muy maquillada, que en otros tiempos debía de haber sido muy hermosa, pero que ahora ya lo era menos, porque los años en vez de pasarle por encima, se habían agarrado con fuerza a ella. Le explicamos la cuestión, pero no conseguimos que nos entendiese del todo...
- Así que, dicen ustedes que van a hacer un intercambio -. - ¡ Pero un intercambio de que...! -. - De whisky por ron, por casualidad... jeje -,  (d
ijo la señoriña aquella con cierta sorna).
Lo cierto fue que tuvimos que pagarle toda la noche, y si no nos entreteníamos más de diez minutos, entonces, y sólo entonces, nos devolvería parte del dinero, porque estábamos en carnavales, solo por eso lo haría.
Ya en el cuarto, que por cierto, era más bien pequeño, yo quité la careta, porque ya me hacía sudar mucho, y pedí que el Fidel hiciese lo mismo, pero ella no quiso, y de repente empezó a bajar la cremallera del pantalón; yo me dispuse a dar la vuelta y marcharme para el baño como caballero que erá, pero ella dijo que no le importaba, que no tenía nada que esconder, que no tenía nada que no tuviesen las demás, así que yo todo contento le dije... - ¡ A sus ordenes, mi comandante ! -.
Y después me senté en la cama, y me dispuse a mirar el panorama... y era sin duda un hermoso panorama, sí señor; ella se enteró de que me debía de gustar lo que miraba, así que fue quitándose todo con mucha delicadeza, y con mucha calma.
- Bueno, la verdad que tienes unas columnas como las del Partenón en sus mejores tiempos -,  ( comenté yo sin poderme contener más ).
- Sí hombre sí, ya me dijeron eso más veces, gracias -. - Pero también es cierto que vosotros tenéis cosas para las que se puede mirar... ¡ o no ! -.
- Pues ya empezamos bien, como queramos acabar antes de diez minutos, para no darle la razón a señora esa, tendremos que ir dejando la conversación -.
- Tranquilo, que la señora esa, conoce la gente más de lo que parece, y ya sabe cuando el mundo da vueltas y cuando esta quieto -, ( dijo ella ).
- Bueno... bueno, lo que yo creo, es que quien sabe como anda el mundo, eres tu, condenado de Fidel -. - ¡ Porque no me enseñas la cara ! -. - ¡ No tendrás barba de verdad como él !-.
- ¡ Vaaale !, ya disparataste bastante, no te preocupes, ya acabamos enseguida -
- ¡ No !, ¿ por favor ?, no te enfades -. - De verdad, que no quería que lo entendieras así, perdona -.
- Pues miss Thatcher, tenga usted mucho cuidado, que no soy un paño con el que poderlo limpiar todo. -.
- Perdona, no quise molestar, pero como no quieres dejarme verte, es por lo que ando un poquito desconfiado -, ( dije yo, y pienso que con razón ).
- Bueno, aquí tienes las medias, y ya me parece que también vas a necesitar un buen sujetador, porque esas tetas tuyas están muy desdibujadas -.
- Tampoco tendré que ir tan arregladito, ¡ o que ! -, ( respondí ).
- De todos maneras, yo hoy no llevo sujetador, ya que Fidel Castro, no creo que tampoco lo lleve -.
- ¡ De verdad que... ! -
- ¡ De verdad... que qué ! -. - ¡ Que no lo llevo !; mira que eres receloso -. - Ven, toca toca, y ya te enteras -.
Y claro que toqué, como no iba a hacerlo, caliente como estaba ya, no necesitaba empujones, ni consejos. Debajo del uniforme de la joven aquella, había lo que cualquiera desearía, dos flanes duros y listos para ser comidos (o algo parecido).
- Quietecito, que ya viste que no lo tengo, no acostumbro a llevarlo, porque deja marca, y no me gusta que me aprieten; solo deseo que me acaricien -. - Y tu que dices querido, quieres solo intercambio -. - ¡ O también quieres lucha ! -.
No podía ser, no podía yo tener tanta suerte; así sin más y sin pedirlo, se acercaba lo que sospechaba iba a ser, un placer verdadero. Después de abrir los brazos, y también bastante los ojos, me acosté a todo lo largo de la cama, en señal de que estaba más que dispuesto, y a ella como no le podía verle la cara, no sabía la que tendría, pero sí escuché lo que me dijo...
- Espera un momento, que vuelto enseguida -.
Y volvió enseguida, y tan enseguida también, se fue a luz, por voluntad de ella, y después de cerrar la puerta del cuarto, y de dejar encima de la mesa de noche una copita con algo como de color verde, se acercó a mi, y sentándoseme encima, y con la mano cerrada y separando dos dedos, me apretó a nariz, de manera cariñosa
- Eso que es -, ( le dije un poco preocupado, pensando en la copita aquella ).
- Tranquilo, que para ti no es -. - Es para mi, ya sabes, cosas de mujeres -.
Y ella por una parte y yo por la otra, nos desnudamos los dos. Fue ya entonces cuando me enteré, de que ya había quitado la máscara, y de que sus manos aun frías recorrían poco a poco cada rincón de mi cuerpo. Los pelos de mi pecho se suavizaban, y comenzaba a sentir como un escalofrío, cada momento que su mano se acercaba a un lugar, casi prohibido. Sabía la condenada muy bien lo que hacía, y yo no le ayudaba en nada, solo me dejaba ir, ¡ quien se podría resistir !.
Pararon sus caricias, porque se levantó a por la copa que había dejado en la mesa de noche. Poco después sentí algo en la entrepierna, pensé que era su lengua húmeda, pero un ligero picor, me hizo saber que no era tal; aquello era menta, y bendita menta, que manera de chuparla, ya casi me vacía con unos movimientos primeros; pero ella sabía dominar los tiempos, e interrumpía dichos movimientos, cuando mi cuerpo se estremecía. Había ratos que parecía, que por allí me iba a absorber todo, me parecía que por veces su nariz tocaba los atónitos y revoltosos pelos míos de aquel rincón, me parece ahora que lo recuerdo con alegría, como sí quisiera robármelos para ponerlos de bigote. Su lengua no solo recorría con suavidad la piel de mi miembro, sino que también lo desnudaba, acariciando así su interior. Sus movimientos casi perfectos, hacían que me derritiera, que mis sentidos estuviesen como perdidos, sin saber a que atender, y casi sin saber lo que sentir. A veces se incorporaba ligeramente para alejar su pelo de delante de su cara, y poder seguir con aquellos besos que tanto me hacían sentir, disfrutar, o padecer. Allá en la profundidad de su boca, había encuentros ocasionales de mi miembro con su lengua, que entonces se movía muy ligera, ( no sé como contarlo ), y yo entonces suspiraba, y mis manos querían descansar en su espalda, para apretarla con fuerza, pero con cariño; pero ella no dejaba casi ni que me moviese.
Después pasado un tiempo, sentí como sus pechos tocaban mi cara, y al querer besarlos, huyeron porque su dueña se levantó, y con una mano atrapó lo que buscaba con ansia, y que con más ansia con anterioridad había acariciado con su lengua. La penetración fue primero suave y poco vigorosa, para después ir creciendo en intensidad y velocidad; primero subiendo y bajando con lentitud, después ya con menos, para de pronto pasar a ser circular, y ese movimiento de redondeo, a mi me volvía loco, no solo porque pareciera que me apretaba y me giraba el miembro sintiendo como dolor, sinó porque el placer me había paralizado; nunca había sentido nada igual, nunca ninguna me había cabalgado así, y por todo eso, creo que nunca lo olvidaré. Sí antes cuando me chupaba decía que parecía que me iba a absorber, ahora y sólo por veces, también parecía que me paralizase, parecía una esponja, porque me quería dejar seco lo antes posible, aunque como ya he dicho, bien sabía demorar ese momento. No dejó que yo eligiera postura ninguna, fue ella la que siempre mandó, y había ratos en que yo quería parar, porque me parecía que todo iba a terminar, que más que suspirar, enseguida podría hasta chillar; el miembro estaba duro como el acero, y ella cada vez quería tenerlo más y más adentro, su cabeza giraba y sus lamentos interrumpían el silencio de aquella cómplice oscuridad, y sus nalgas cada vez se posaban con más fuerza, e incluso con violencia encima de mis muslos.
El sudor recorría nuestros cuerpos, pero la electricidad que nos inundaba, no nos dejaba parar, aquella lucha sólo tenía que tener un final, y no era otro que el que dispone la naturaleza, el encuentro de fluidos, que cuando sucedió, hizo que nos juntásemos con más fuerza y con más intensidad, y el temblor de los dos cuerpos complacidos y cansados, hizo que nos sintiéramos casi desfallecer.
Aquellos momentos para ella no sé yo sí serian especiales, pero para mi, sí que lo fueron, tanto que incluso de momento, no conseguí igualarlos, y cada día que pasa, más recuerdo aquella forma de hacer el amor, de en una noche mojada, encontrar aquel ángel bajado del cielo, que me dio a conocer la verdadera gloria; y de ser un demonio, correría enseguida a su infierno a quemarme con el fuego de su cuerpo.
Así es que me confieso, mis amantes lectores, porque sé de vuestra inteligencia, y de vuestra comprensión... ¡ Verdad, que no estoy loco !.
Y ya me olvidaba, resulta que finalizado el placer, el sueño se apoderó de los dos, y de mi más que de ella, porque sin yo saberlo, y sin enterarme para nada, ella se fue, no sé cuando, y no sin antes dejarme una nota, en donde me decía lo siguiente...
- Querido Nicasio, perdona que me marche así, estuviste fantástico, te cojo unos billetitos de nada para poder pagar un taxi; me he atrevido a anotar tu nombre, que he mirado en tu cartera, mejor que no nos volvamos a ver, así esta noche especial permanecerá para siempre en nuestro recuerdo ?. Firmado... ( Fidel Castro ) -.
Al despertar, me encontré con la nota encima de la almohada, justo en donde estaba aun el hueco dibujado de su cabeza. Yo seguí tendido en la cama recordando en el silencio del cuarto todo lo acontecido, pensando sí había sido un sueño, o sí había sido realidad, pero la mencionada nota me aseguraba que todo había pasado de verdad; busqué después a la señora que nos invitará a subir al cuarto, discutiendo antes el precio, y cuando me vio, me gritó riendo...
- Hombre, es usted -. - Que tal el intercambio, le fue bien, o tuvieron que pelearlo mucho; desde luego con máscara, muy buenos amigos no aparentaban ser -.
- Bueno pues verá usted, nos fue así... así -. - Pero por casualidad, ¿ no vio usted a la señorita cuando se fue ? -.
- ¡ Pero ya marchó ! - Y yo creía que Fidel Castro era un hombre, pero si usted dice que era una señorita, pues lo sería... jaja - ( me respondió ella ).
- ¡ Siiiiiiiiiiiiii ! -.
- Pues no la vi, no señor, y estuve aquí toda la mañana -. - Es cosa del demonio... - ¿ Por donde saldría el Fidel ese ? -.
- Bueno, me voy; que tenga usted un buen día señora -.
- Adiós adiós -. - Y no quiera usted volver a engañarme joven, ya ve que fue una noche completa, y no solo diez minutos -.
Y tenía razón la señora, y doy gracias que no habían sido sólo diez minutos. Ya lo decía yo, era un ángel, tenía que serlo, por eso nadie la vio marchar, por eso su recuerdo me de placer y tormento, por eso os lo acabo de contar. 
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Senén Campos Maceiras 

A Estrada, abril de dos mil tres.

 

 

3 comentarios

Senén (Administrador) -

Gracias a vosotras Diosa y Chashira por los comentarios.
Un placer compartir, y saber que os gusta lo que escribo.
Cordiales saludos y BIKIÑOS MIL, a las dos.

Chashira -

Muy bueno,me ha gustado mucho, hace mucho que no entraba en tu blog(por motivos de trabajo, pues hace ya bastante que no me conecto). Ha sido una grata sorpresa empezar con este relato, que por otro lado no me extraña que te lo hayan selecionado, tiene chispa y engancha por sentirlo como una fantasia erotica. Gracias por compartirlo. Un besito.
Chashira

diosa -

Escribes de todo , eres una persona con mucha cultura, me gusta todo lo que cuentas, gracias por ayudarme a mi blog...