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Senén Campos Maceiras

- GUL MEENA ESTÁ VIVA A PESAR DE TODO -

- GUL MEENA ESTÁ VIVA A PESAR DE TODO -

Médicos y otros se oponen a tradición en ataque "por honor" afgano

 

JALALABAD, Afganistán Es doblemente milagroso que la joven llamada Gul Meena esté viva. Después de que fue golpeada con un hacha 15 veces, resultando con heridas tan profundas en cabeza y rostro que expusieron su cerebro, aguantó el tiempo suficiente para llegar a un centro de atención médica y luego, pese a las limitaciones de lo que los médicos podían hacer, se aferró a la vida.

“No teníamos esperanza de que sobreviviera”, dijo el doctor Zamiruddin, un neurocirujano en el Centro Médico Regional de Nangarhar en la ciudad oriental de Jalalabad quien, como muchos afganos, usa sólo un nombre. Después de que fue ingresada, él trabajó por más de seis horas en la rudimentaria sala de operaciones del hospital, reinsertando cuidadosamente su cerebro y suturando sus muchas heridas. Durante semanas, ella estuvo a menudo inconsciente, siempre poco comunicativa y, salvo por el personal del hospital, completamente sola, sin familiares que la atendieran. Eso es porque, si las versiones procedentes de su provincia natal son ciertas, es una adúltera: Aunque ya estaba casada, huyó con otro hombre, mudándose al sur hasta que la familia de ella les dio alcance. Residentes locales dicen que el hombre que blandió el hacha en su contra, y también mató al hombre que estaba con ella, fue muy probablemente su hermano. Que llegara a un hospital y recibiera atención es la segunda parte del milagro: Los aldeanos, médicos y enfermeras que le ayudaron se opusieron a una tradición profundamente arraigada que a menudo demanda la muerte para las mujeres que deshonran a sus familias. Esos “asesinatos por honor” de mujeres existen en varias culturas, pero en Afganistán están firmemente ancladas por el pastunwali, un antiguo código tribal prevaleciente en las áreas pastunes étnicas del país que el gobierno y los activistas de derechos humanos han luchado por sustituir con un sistema legal civil nacional durante años. Este año, se han reportado seis de esos asesinatos sólo en el lejano oriente de Afganistán, más que en cada uno de los últimos seis años, y por cada uno que sale a la luz, los activistas de derechos humanos creen que una docena o más permanecen ocultos.

La historia de Gul Meena, lo mejor que se pudo reconstruir en base a relatos de familiares, ancianos tribales y otros, ofrece un vistazo a esa cultura tribal profundamente arraigada. Pero también es una historia sobre una sociedad que lucha por aceptar una forma diferente de considerar a las mujeres. Los estadounidenses y europeos han puesto especial énfasis en los programas para ayudar a las mujeres afganas y despertar la conciencia sobre sus derechos. Ahora, conforme se reducen el dinero y la presencia occidentales, los defensores de las mujeres temen que incluso los logros limitados se erosionen y prevalezca una cultura más tribal y del Talibán, especialmente en el sur y el este del país, donde las actitudes tribales pastunes hacia las mujeres se mantienen firmemente. Es digno de acreditarse a muchas personas – aldeanos, médicos, la policía y activistas de derechos – que eligieran ayudar a Gul Meena, superando siglos de disgusto en el trato de los llamados delitos morales. Los médicos en el Centro Médico Regional de Nangarhar que la atendieron primero y se ocuparon de ella durante semanas estaban conscientes de sus probables transgresiones y eligieron ignorarlas. Sin embargo, los doctores, que dicen que Gul Meena tiene unos 18 años, también estaban desconcertados sobre qué hacer con ella. “No tiene a nadie; su madre no ha venido, ni su padre, ni nadie de su tribu”, dijo el doctor Abdul Shakoor Azimi, el director médico del hospital, mientras estaba de pie al lado de su cama mirándola. “¿Cuál es la solución? Incluso el gobierno, la policía, incluso el Ministerio de Asuntos de la Mujer, nadie ha venido aquí a darle seguimiento y visitar a la paciente”.

Gul Meena llegó primero al área, a una aldea llamada Kandi Bagh en una zona rural de Nangarhar, hace unos dos meses, viajando con un hombre llamado Qari Zakir. Los aldeanos hicieron pocas preguntas, aunque los dos habían viajado hacia el sur desde la provincia de Kunar con sólo un bolso. Ese es difícilmente el perfil de una pareja casada que espera establecer su hogar en un lugar nuevo. “Todos evitan esos casos, y no quieren involucrarse en los problemas de otros”, dijo Hikmat Azimi, de 27 años de edad, quien vive en Kandi Bagh y trabaja como maestro en un instituto agrícola cercano. La última vez que alguien vio a Zakir fue alrededor de una semana después de su llegada, en la noche previa a que fuera asesinado. Fue visto comprando una gran bolsa de fruta, parecía que en honor del hermano de Gul Meena. Éste había aparecido unos días antes, según relatos de los aldeanos relatados por el coronel Nasir Sulaimanzai, el jefe de la división de investigación policiaca de Nangarhar. Su padre también había llegado pero luego se fue, dijo Azimi. A la mañana siguiente, un pariente lejano de Zakir que vivía en el área tocó a la puerta de la pareja. Cuando nadie respondió, trepó la barda que circunda la mayoría de as casas afganas y se topó con una escena de carnicería: Zakir yacía en una cama, con sangre negra coagulada alrededor de su cuello, su cabeza casi fue cercenada. Gul Meena yacía en una cama separada sangrando profusamente. Su hermano había desaparecido. “Me estremecí cuando lo vi”, dijo Azimi, que fue uno de los aldeanos que respondió al llamado de ayuda. Él y otros pidieron prestado un auto y la llevaron al hospital en Jalalabad. Durante días mientras Gul Meena yacía en el hospital, las entidades gubernamentales en Jalalabad celebraron reuniones y discutieron qué hacer con ella. Su situación empeoraba conforme más personas se enteraban de los detalles. Según aldeanos y ancianos tribales así como sus familiares en la provincia de Junar y al otro lado de la frontera en el Estado de Chitral en Pakistán, Gul Meena estaba casada, al igual que Qari Zakir. Así que la pareja había violado códigos morales fundamentales así como la ley afgana. Según los familiares de Gul Meena, su familia procedió a matarla en parte debido a la presión de la familia de su esposo. “La familia de su esposo acudió con ellos y les dijo: "Si no hacen esto, vendremos tras ustedes", dijo un familiar cercano de Gul Meena que pidió que no se mencionara su nombre porque el asunto es muy delicado. “Su madre aceptó permitirles matarla para proteger a sus hijos varones”. El consejo provincial, con su membrecía abrumadoramente masculina y muchas personas de antecedentes tradicionales, pareció paralizado. “Tenemos algunas costumbres y estipulaciones tribales que son duras para las mujeres”, dijo Mufti Moin Muin Shah, el presidente del consejo provincial de Nangarhar, diciendo que favorecía seguir la ley Shariah, la cual habría requerido un juicio. Dijo que quizá sólo uno de cada 20 de sus conciudadanos estaría de acuerdo con él, y que el resto se inclinaría por la rápida y brutal ley tribal pastún. Sulaimanzai, el funcionario de la policía provincial, fue recientemente asignado aquí desde Kabul, y ve al código tribal como la raíz del problema en un caso en que debería prevalecer la ley civil afgana. “Lo que nos está destruyendo es esta justicia inútil y extraoficial, estos jirgas tribales. Los ancianos tribales, los jirgas, siempre violan las estipulaciones de la ley”, dijo. Muchas cosas en este caso necesitan investigación: "¿Por qué huyó ella de la casa de su esposo?". "Quizá era anciano, quizá era impotente, quizá no la alimentaba, añadió". “Deberían presentarla al tribunal. Tenemos leyes en este país”. Finalmente fue una organización afgano-estadounidense de derechos humanos, Mujeres a favor de las Mujeres Afganas, la que arregló trasladar a Gul Meena de Jalalabad a un hospital más seguro y mejor provisto en Kabul, y la organización ha pagado atención las 24 horas, subrayando la importancia crucial de Occidente en apoyar a las mujeres aquí. Ella está ahora físicamente mucho mejor, puede hablar pero no recuerda lo que le sucedió. “Las cosas están cambiando, pero están cambiando lentamente”, dijo Manizha Naderi, que dirige la organización que ahora está atendiendo a Gul Meena. “Estamos tratando de cambiar la cultura, y eso toma mucho tiempo”.

http://noticias.prodigy.msn.com/nyt/actualidad/reportajes-especiales/articulo.aspx?cp-documentid=255054465

* Muchas veces quisiera ser un leopardo de las nieves viviendo en el fin del mundo, aunque lo hiciera en valles pedregosos, y entre frías montañas hostiles, con tal de sentirme alejado de “los humanos”, porque esta raza "de animales" a la que pertenezco, no hace más que irritarme y avergonzarme cada día un poco más, por los horribles crímenes y demás aberraciones que comete hacia ella misma…

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SENÉN CAMPOS MACEIRAS

A ESTRADA - 15/12/2.012 

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