- O TRASNO DO TEMPO - (El Duende del Tiempo) -- De la muerte y entierro de Don Adolfo (El Latinero)
CAPÍTULO ESPECIAL - (1)
Hola, de nuevo por aquí para contaros como me han dicho que murió Don Adolfo, el cura de la aldea, al que el abuelo quería de aquella manera tan particular suya; dejamos así descansar un poco por el momento, a aquellos sufridores de los antiguos asentamientos gallegos. Parece ser que el cura llegó como siempre en su Citroën gris oscuro, hasta en el modelo de coche decía a distancia como era el hombre, ya que mimaba mucho su coche, a pesar de que tenía más años que alguna de las pirámides de Egipto (creo yo), pero bueno el decía que si compraba uno nuevo, igual no lo entendía, así que a sobornar a los de la ITV, o a convencerlos con no se que argumentos, pero seguía con su viejo coche de iglesia en iglesia, que hasta sus compañeros de oficio lo llamaban en algunas ocasiones “El dos caballos”, me supongo que hablando entre ellos dirían a veces... ¡ ahí viene “El dos caballos” ! -por Don Adolfo- , o algo así. Bueno a lo que estábamos, que el domingo horas eran de empezar la misa, pero El Latinero de la sacristía parece ser que no salía, y Pepiño de “Lolucha”, sentado en su silla junto al altar, como buen sacristán mirando que las velas no se apagasen, y después de transcurridos diez minutos de espera, su madre Lolucha, con señas que todos los feligreses podían adivinar, ordenó a Pepiño que fuese haber que hacía el cura, y este así hizo lo sugerido, entró en la sacristía, y nada que después ni salía Don Adolfo, ni salía Pepiño; fue entonces cuando la propia Lolucha, la mujer de la aldea que pasaba más tiempo en la iglesia que en su casa, pues su marido José “El mecánico”, andaba embarcado en el petrolero “EL GRAN FÉNIX” , lo pongo así en mayúsculas porque el Sr. José decía que era más grande que diez campos de fútbol juntos, no la necesitaba, pues también él pasaba más tiempo en aquellos campos de fútbol, que en su casa junto a su mujer; vale que ya me estoy enrollando de nuevo, como decía... la mencionada “beata” entró en la sacristía y encontró a Don Adolfo (le pareció que durmiendo en el suelo) y a su hijo Pepiño sentado a su lado también en el suelo, sin decir nada y muy pálido, incluso parece ser, que más que el propio cura ya muerto. Pues ala, tremendo rebumbio en la iglesia, que si le hacemos la respiración boca a boca, que si le damos masajes, que si le ponemos un espejo junto a la boca, que no que mejor junto a la nariz, que hay que llamar a un médico, que antes a la Guardia Civil, que al Sr. Juez, que incluso a un notario, que a un cura claro... allí cada quien decía algo distinto, y entonces “O Trompas” que por allí estaba también, pues debió de oler lo sucedido, dijo que porque no llamar a Dios, ya que era el que estaba más cerca; y digo yo... ¡ acaso no tenía razón el hombre que mas sabía de vino de la aldea ! , pues era el que más lo bebía también, por eso lo llamaban O Trompas, que no se yo muy bien como le llamaban en realidad, pues siempre había oído ese nombre cuando se referían a él. Vale pues allí estaban pasadas unas horas... El señor doctor, los de la Guardia Civil muy cerca de Pepiño (porque era el primer testigo y el más importante del caso), no se cuantos curas que habían venido de los alrededores al enterarse del luctuoso suceso, el señor Juez y a su lado una señora con la cara muy pintada, y con una libreta en la mano anotándolo todo, ahhh... y por supuesto Dios (creo yo... ¡ NO !), porque siempre Don Adolfo decía que aquella era su casa. Dos dias después, el martes se anunció a bombo y platillo, que la solemne misa por el muy famoso y ya santo cura, iba a ser al día siguiente, y que después habría tres autobuses dispuestos para que quien lo quisiera, pudiera acompañar el féretro al cementerio situado en su lugar de nacimiento, llamado Perdecanai, aldea perteneciente al ayuntamiento de Barro en la provincia de Pontevedra, me hacía mucha gracia ese nombre gallego, porque significa algo así como -pierde con la madre- ; sería normal pues que muy cerca existiera otra aldea con el nombre de Gañacoafilla -gana con la hija- , pero no que yo supiera no la había. El miércoles pues a eso de las cuatro de la tarde, se celebró la solemne misa, con doce curas contados por mi mismo, alguno decía que eran trece, pues estaba también Don Adolfo (no podía faltar... claro), y ala dale con el latín como le gustaba al difunto, y dale incienso y agua bendita, todo cantado y vuelto a cantar, y no habló un cura... ¡ NO !, tenían que hablar cuatro, y así casi dos horas allí más de pie que sentado, pero bueno todos los feligreses estaban bien abrigados, incluso yo y el abuelo también que no se había podido librar del acontecimiento, pues mi madre e incluso mi padre tuvieron que convencerlo; de vez en cuando me guiñaba un ojo, y con el pulgar hacía abajo me hacía señas, supongo que para darme a entender, que aquel protagonista del día ya no se levantaría, que después de tanto homenaje, no podría hacerlo porque sino dejaría mal a su jefe, el Santo Padre de Roma, que nombraba con tanta parsimonia cuando estaba vivo, cuando tenía que decir ¡ noooo ! a algo. Mis padres se fueron en uno de los autobuses para Perdecanai, pero mi abuelo se negó en rotundo, pues ya bastante frío, a pesar del abrigo había pasado, con razón algunos de los curas habían estornudado varias veces, unos con más disimulo que otros, porque estas iglesias de aldea, con sus paredes de piedra tan anchas, son como neveras, y yo claro sin mi abuelo pues... como que no, porque él tenía la misma edad que Don Adolfo, y no vaya a ser que por quedarse solo, y visto lo visto le pasase algo, que ya precedentes inmediatos había... jajaja; así que mis progenitores accedieron a mi propuesta, y me quedé con el abuelo, que de latín y canciones celestiales ya habíamos tenido bastante los dos por un día; total que mis padres cuando volvieron a casa, ya eran casi las doce de la noche, cansados venían, pero convencidos de que había que cumplir despidiendo al cura, pues de buenos vecinos era hacerlo. Lo que el abuelo me contó mientras estuvimos esperando a mis padres, y lo contento que se le notaba en su semblante, mejor no os lo cuento, pero podéis imaginároslo; de verdad que el viejo se había liberado, y hasta había una vez dicho aquello de... “graciñas Deus mío” -muchas gracias Dios mio-, aunque después arrugase la frente, y se rascase la cabeza con la gorra colocada y todo.... jajaja. Me hizo gracia cuando dijo que lo que más le contentaba era que fuese enterrado lejos, porque muchos curas deciden enterrarse allí mismo justo en donde ejercieron, para que sean mas recordados, y para que les coloquen una placa con su nombre, en un lugar señalado de la iglesia, pero este se había ido lejos al panteón familiar, nada menos que a Perdecanai... y encogiéndose los hombros como con un gesto de conformidad, exclamaba... ¡ vaya nombrecito !. Y yo recordaba que me habían hablado en alguna ocasión de otro nombre muy curioso, algo así como Cuspedriños, tendré que mirar en el ordenador, en el JUJEL en donde queda eso.... Ahhhh, pero no sabéis que existe el jujel, pues si es como el Google pero en gallego, teclead www.jujel.es y veréis como los gallegos también sabemos innovar como los americanos en esto de Internet... jajaja jajaja jajaja. Por cierto al Prestige (aquél petrolero que en noviembre de 2.002, tiñó de negro el corazon de todos los gallegos de bien), los políticos lo mandaron entonces al “Quinto Pino” -¡ recordáis !-, pues resulta que Quinto Pino existe, ya que es un barrio de Pastoriza, situado en las márgenes de la autovía de Carballo (provincia de A Coruña); así pues ya sabéis que cuando alguien manda a un semejante al “Quinto Pino”, si... al fin del mundo justo en donde Jesucristo perdió sus sandalias, es a este lugar, más cerca de muchos sitios, que algunos de nuestros políticos de entonces piensan... jajaja.
Nucho de Terceiro – 24 de junio de 2.008 Continua...
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