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Senén Campos Maceiras

- ¿¿ PUEDEN ALGUNOS AMIGOS SER BUENOS POLÍTICOS ?? -

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El código genético de los políticos

 

EN ESPAÑA MUCHOS VOTANTES NO TENEMOS MÁS REMEDIO QUE VOTAR A LAS PERSONAS, CON LA ESPERANZA DE QUE ESTAS PERSONAS NO HAGAN CASO A SUS INTERESADOS Y HASTA A VECES MALVADOS PARTIDOS, EL TIEMPO DIRÁ SI HEMOS VOTADO BIEN O NO, Y SI LAS PERSONAS SON EFECTIVAMENTE PERSONAS Y SE COMPORTAN COMO TALES, O SI SE CONTAMINAN Y SE CONVIERTEN EN POLÍTICOS PROFESIONALES, QUE LO QUE HACEN ES ASESINAR NUESTROS VOTOS Y CON ELLO MATAR TODAS NUESTRAS ILUSIONES.

VIVA LA DEMOCRACIA REAL, Y LAS GENTES QUE PENSAMOS, Y CREEMOS, Y LUCHAMOS POR ELLA.

 

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POLÍTICOS PROFESIONALES:  "¡ QUE SE VAYAN TODOS !"

  

MARCELO COLUSSI

El político profesional no es el ciudadano común que se involucra en los asuntos de la res publica (eso no pasa nunca en nuestras democracias representativas), (¡ no puede pasar nunca !), sino la persona -generalmente varón- que se dedica de tiempo completo a moverse en el aparato de Estado, a administrar toda esa maquinaria conociendo los vericuetos íntimos del poder político. La noción es moderna; nace en el capitalismo europeo, en el Estado-nación moderno que crea el capitalismo triunfante en la Europa post renacentista, y que hoy ya se ha extendido globalmente como sinónimo de progreso y modernidad. Esta noción de "político" tiene en la actualidad sus códigos propios, su historia, su identidad. Como mínimo, y aunque suene a chistoso, tiene incluso identidad hasta en su presentación formal: varón de mediana edad, o ya entrado en años -raramente joven- en traje y corbata con pelo corto. Y como la mujer ya ha ingresado también a este "oficio", por supuesto tiene su correspondiente look, su uniforme: trajecito formal, tacones, pelo recogido.

La profesión ya se ha globalizado, y con las adecuaciones del caso (también vale en algunos casos la túnica o el traje típico de la región; el "traje y la corbata" son, en todo caso, un emblema ideológico), puede encontrársela en cualquier punto del globo. Todo lo cual puede demostrar al menos dos cosas: por un lado, que los vericuetos del poder y de las sociedades basadas en las diferencias de clases, más o menos se repiten por igual en cualquier latitud. Y por otro, que las matrices dominantes que marcan el modo de hacer vienen impuestas por la cultura dominante, en este caso, la visión eurocéntrica, occidental si se quiere decir de otro modo (léase: el traje y la corbata, o... democracia representativa, formal, democracia de los partidos políticos).

Esta concepción lleva a la base una noción que jamás se va a expresar abiertamente, pero que es fundamental; es decir, la idea de político profesional presupone que, más allá de la declaración -siempre pomposa por cierto- de participación ciudadana, gobierno del pueblo y voluntad popular, u otras cosas igualmente altisonantes, no se equivoca en algo básico: el poder no está en el siempre invocado pueblo, en la gente de a pie. Aquello fórmula de "el soberano es el pueblo", no puede sostenerse más que como mal chiste...

Si se quiere expresarlo con mayor cinismo, la política profesional, la actividad que a lo largo del siglo XX ya se "normalizó" universalmente como práctica de los partidos políticos manejando los aparatos de Estado -eso son las benditas democracias de cuyas supuestas bondades estamos inundados por la ideología dominante, por el acoso mediático que identifica progreso con esa forma de organización-, esa noción de política y del político profesional que la ejerce es lo que, cada vez más, están por el piso.

La "política" como actividad civil está desacreditada, abominada, denigrada, sin mayores posibilidades de arreglo, por lo que se ve, puesto que la mentira que encarna cada vez es más insostenible. Cuando, por ejemplo, se dice de la movilización de un determinado sector social, de una huelga, de una medida de fuerza, etc., que eso es "político", se encierra ahí una noción de qué entiende el sentido común por actividad política: algo artero, mañoso, sucio, algo que conlleva una agenda oculta non sancta. ¿Por qué?. Porque el sistema de partidos políticos y de profesionales de la política que conocemos no puede llevar sino a eso: es el arte (quizá es excesivo llamarlo así: quedémonos con práctica) que consiste en mantener el statu quo, mantener inalterable la estructura económico-social de base, manejando (mejor aún: manipulando) las grandes masas. Es decir: la mentira bien presentada. En palabras de Zbigniew Brzezinky, un ideólogo estadounidense de la extrema derecha muy transparente en sus declaraciones, "el rumbo lo marca la suma de apoyo individual de millones de ciudadanos incoordinados que caen fácilmente en el radio de acción de personalidades magnéticas y atractivas [los políticos profesionales], quienes explotan de modo efectivo las técnicas más eficientes para manipular las emociones y controlar la razón". La derecha sabe lo que dice, aunque lo diga por lo bajo. ¿Quién se atreve a definir así el trabajo de un político profesional?. En los manuales de Ciencia Política eso no aparece, por supuesto. Sólo la altanería que pueda dar la impunidad de saberse todopoderoso permite, como a Brzezinky, decirlo sin pelos en la lengua.

Es idea repetida hasta el hartazgo que los males de la sociedad, las injusticias y penurias que sufren las grandes mayorías, se deben a los políticos profesionales (léase: funcionarios de Estado). Ahí es donde puede apreciarse con toda claridad entonces la función social de la política profesional: pasan a ser el fusible de las sociedades. Si se quiere expresarlo de otro modo: son el "chivo expiatorio" de los poderes, de los verdaderos poderes, los que les pagan sus campañas.

La "raza" de los políticos profesionales es muy singular: hay que tener una buena dosis de cinismo para poder trabajar de eso que apuntaba Valéry: "el arte de evitar que la gente participe realmente en sus asuntos". Es decir: hay que ser un buen "mentiroso de oficio". Pero no se trata de satanizar: los políticos profesionales, detrás de sus uniformes de combate -el traje y sus finas corbatas, o su equivalente en la versión femenina- no son tenebrosos personajes equivalentes a capos mafiosos, aunque en cierta forma así los pinte la conciencia popular. Algo de eso podrán tener, sin dudas; los habrá más o menos mafiosos seguramente. Pero ellos no son los causantes de las penurias de las grandes mayorías. Así se fueran todos, el sistema persistiría, y los efectos del sistema: la explotación, las injusticias, las diferencias irritantes, las asimetrías sociales, no desaparecerían.

Lo dramático en todo esto es que a partir de esa práctica específica de la política, de esa forma peculiar que han ido tomando los partidos políticos en las democracias representativas, la idea misma de política quedó desacreditada. Política, en ese sentido, para el imaginario colectivo es sinónimo de desprestigio, de cosa sucia, de actitud mafiosa.  

Pero la política no es sólo eso: puede ser también -y esto es lo que hay que rescatar- la participación efectiva de la población en los asuntos que le conciernen.

 

http://elpaskin1.lacoctelera.net/post/2010/08/29/pol-ticos-profesionales-que-se-vayan-todos

 

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SENÉN CAMPOS MACEIRAS

A ESTRADA - 23/05/2.011

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